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lunes, 22 de octubre de 2007

EL PINCEL QUE PERDIÓ EL PELO

Seguro que sabes que todos los pinceles tienen pelo. Esta es la historia de un pincel muy especial con el que se pintaba muy bien.
Este pincel realizaba un trazo seguro sobre la tela. No hacía falta repasar el dibujo.
Su dueña estaba tan contenta con el pincel que siempre lo tenía muy cuidado.
Un día, el pincel comenzó a perder pelo. Tenía la enfermedad peor que les puede caer a los pinceles: halopecia.
Los trazos comenzaron a ser más difusos y los colores no estaban bien definidos. La dueña se entristeció porque no tenía otro igual, y el pincel, no digamos.
Últimamente lo arrinconaba o no lo seleccionaba para desarrollar sus obras. Mientras tanto, el pincel continuaba perdiendo pelo.
La pintora tuvo una solución para no desprenderse de él:
- Querido pincel: tú todavía eres muy útil. Ahora vas a tener otra misión fundamental para mi trabajo.
El pincel sintió que ya no servía para nada más.
Sin embargo la pintora lo empezó a coger otra vez con cariño y, como ya tenía poco pelo, lo dejó al lado de su paleta con una función muy importante: mezclar los colores.
Y este pincel, que hasta hace unos días era el que mejor realizaba los trazos, ahora es el que mejor mezcla y obtiene unos colores tan maravillosos que hace que la pintora se sienta orgullosa de su obra.
Conclusión: Siempre somos útiles y necesarios, pero nunca imprescindibles.

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