Hay objetos que nos sorprenden porque también tienen problemas de identidad, como las personas.
Es como si en su vida de objeto les faltara algo para que sepan completamente quienes son.
Esto es lo que les ocurrió a unas zapatillas que nacieron de las manos de una máquina de hacer calzado, pero que les faltaba la suela.
Realmente aunque estaban en la sección "zapatillas" de la fábrica, no se consideraban así. No podían apoyarse en el suelo como las demás zapatillas de aquel estante.
Efectivamente tenían cordones y una tela de colores chillones preciosa, pero no se sentían zapatillas porque no lo eran.
Decidieron descubrir el sentido de su existencia.
En la misma planta estaba la sección de guantes, pero no se identificaron; la de sombreros... Con estos sí que tenían semejanzas e incluso, hicieron muchos amigos pero no se sentían sombreros.
Así pasaron de estante en estante hasta que llegaron a manos de un zapatero experto que las iba a tirar a la basura, porque realmente no servían para nada.
Pero no, se quedó tan admirando del colorido tan espectacular de la tela, que decidió dar forma a lo que en el fondo eran: unas zapatillas.
Se las llevó a su casa y les puso una suela buena, buena; no de las que se ponen en las fábricas.
Se las probó a su hija y le quedaban perfectas, porque además, como era zapatero, siempre las podía arreglar si se estropeaban o le quedaban pequeñas.
Conocieron mucho mundo y fueron perdiendo sus colores, pero no dejaron de ser unas zapatillas, las mejores zapatillas de paseo que tuvo la niña. Y que además eran amigas de los sombreros y los gorros.
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1 comentario:
Me han parecido preciosos, le contare alguno a mis sobrinos y a mis hijos cuando los tenga.
besos.
Javi
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