¿Cómo se dio cuenta?. Pues un día de primavera intentó que el campo se llenara de mariposas de lindos colores y en vez de éso, revolotearon alcachofas de lindos colores. Ella pensó que había pronunciado mal. Volvió a repetir el pase mágico y esta vez fueron cacerolas de distintos colores las que salieron volando.
El hada, muy apurada, fue a su casa a buscar entre los cajones la garantía de la varita mágica para devolverla a la tienda. Y es que la había comprado en una oferta - pack de varita, alfombra y lámpara mágicas.
La alfombra se la había regalado a una de sus hermanas que vivían en Getafe y la lámpara a la otra que vivía en Parla.
En fin, volvamos a nuestra hada que estaba buscando la garantía.
- "¿Dónde la habré dejado?."
Como no tenía ni idea, intentó resolverlo con magia y se ayudó de la varita.
- "¡Que encuentre la garantía para no preguntarle a mi tía!"
Agitó la varita, y en vez de garantía apareció la receta de la Lubina a la Sal.
Entonces se dio cuenta de una cosa. Tenía hambre, hacía siete horas que no había comido nada con éste jaleo de la varita.
Se hizo una Lubina a la Sal siguiendo la receta. Y le quedó buenísima.
Deseó entonces un postre.
- "Deseo un postre rico;
que tú elijas,
yo lo permito".
Y la varita mágica le eligió un postre de frutas variadas en macedonia que no lo había comido en su vida.Una vez que degustó el postre, y descansó un poquito, se puso otra vez a buscar la garantía de la varita... y encontró las instrucciones que nunca se las había leído.
La manía de no leer las instrucciones es algo de uso común entre las hadas y los magos de este país que ya lo sabemos utilizar todo.
En las instrucciones especificaba que era una varita ideal para cocinar.
Ahora se explicaba todo: lo de las alcachofas y cacerolas y la Lubina a la Sal.
En fin, pondría un restaurante.
Restaurante que triunfó porque las comidas eran mágicas.
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