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martes, 11 de diciembre de 2007

Una varita poco común.

Érase que se era un hada madrina con una varita mágica estropeada.
¿Cómo se dio cuenta?. Pues un día de primavera intentó que el campo se llenara de mariposas de lindos colores y en vez de éso, revolotearon alcachofas de lindos colores. Ella pensó que había pronunciado mal. Volvió a repetir el pase mágico y esta vez fueron cacerolas de distintos colores las que salieron volando.
El hada, muy apurada, fue a su casa a buscar entre los cajones la garantía de la varita mágica para devolverla a la tienda. Y es que la había comprado en una oferta - pack de varita, alfombra y lámpara mágicas.
La alfombra se la había regalado a una de sus hermanas que vivían en Getafe y la lámpara a la otra que vivía en Parla.
En fin, volvamos a nuestra hada que estaba buscando la garantía.
- "¿Dónde la habré dejado?."
Como no tenía ni idea, intentó resolverlo con magia y se ayudó de la varita.
- "¡Que encuentre la garantía para no preguntarle a mi tía!"
Agitó la varita, y en vez de garantía apareció la receta de la Lubina a la Sal.
Entonces se dio cuenta de una cosa. Tenía hambre, hacía siete horas que no había comido nada con éste jaleo de la varita.
Se hizo una Lubina a la Sal siguiendo la receta. Y le quedó buenísima.
Deseó entonces un postre.
- "Deseo un postre rico;
que tú elijas,
yo lo permito".
Y la varita mágica le eligió un postre de frutas variadas en macedonia que no lo había comido en su vida.
Una vez que degustó el postre, y descansó un poquito, se puso otra vez a buscar la garantía de la varita... y encontró las instrucciones que nunca se las había leído.
La manía de no leer las instrucciones es algo de uso común entre las hadas y los magos de este país que ya lo sabemos utilizar todo.
En las instrucciones especificaba que era una varita ideal para cocinar.
Ahora se explicaba todo: lo de las alcachofas y cacerolas y la Lubina a la Sal.
En fin, pondría un restaurante.
Restaurante que triunfó porque las comidas eran mágicas.

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